Thursday, March 24, 2005

que jolgorio

si solo entreabriese la ventana, y la luz se flitrase despacio. Vivo apoyado contra un ser consciente y consistente que me permite creer en la materia, y no puedo estar en dos lugares a la vez. No hablo más por msn y sin embargo no contesto el teléfono. Transmuto mi mutismo en gritos intermitentementes, y mi familia, que no está acá, piensa que estoy volviéndome loco. Claro que vienen y me dicen, no, vos te hacés el loco. Sino, tendrían que cuidarme y preocuparse por mi. O por vos, o por todos los hijos de la generación perdida, un montón de escombros humanos que quedamos dando vueltas, que repentinamente heredan un mundo y ya no tienen a nadie a quien echarle la culpa. Qué mierda nos queda ahora?
nada.
madurar?
no me jodas.

Tuesday, March 15, 2005

Charcoal for Air Filtre in Turbo 320 Zip Power Redemption

Entre siete personas, cada una tomando una de las extremidades, empezaron a hacer fuerza, cada una en la dirección que le parecía correcta. Entre siete, las direcciones no fueron opuestas. No existe el opuesto de siete. uno se puso a hablar con tres, y el dos miraba a la cinco con ganas de tirarse él más que tirar hacia él. El siete tiraba con mucho empeño, sin entender lo solitario de su cruzada, y el cuatro tiraba casi a desgano hacia un lugar casi incierto, a veces reemplazando la mímica por la acción. El seis se las quería dar de jefe y en un intento desesperado por incentivarlos, prendió la radio. La música amaina a las fieras. El seis sintonizó entonces la única radio que se oía. Desde lo alto de una meseta boliviana, el punto más alejado de toda civilización dentro de tan desnivelado país, las ondas de radio coincidían en una renuecia a ser individuos materializados. Entre la hora del almuerzo y una improvisada merienda, el seis logró convencer al dos y al tres que se junten con él en el empeño. El tres, al encontrarse en una situación opuesta a la del sies (casi) debía fingir un total desacuerdo con él, para poder lograr la antinomia desada. Nadie quiso tirar de noche. El miedo a los chacales, las llamas y las aguas residía en cada denominador, por lo que montaron una carpa, y prendieron un calentadorcito que no necesitaba enchufarse. La tensión latente parecía suficiente para alimentar la fuente de energía. Cuatro tuvo una pelea con cinco, porque quería ocupar el mejor lugar, el único que no tenía ninguna parte con inclinaciones pronunciadas, pero el dos tuvo que saltar en defensa de la pobre impar, y terminaron compartiendo un rincón que les quedaba demasiado chico. El tres se peleó con el uno, que simpatizando con la ideología del seis, no pudo comprender como ir en contra de él era ayudarlo. Claro que el siete no cejó en su empeño de tirar y tirar, y el seis murió al ser atacado por un cóndor solitario. A todo esto, el interés de tirar desapareció, incluso conviertiéndose en una idea absolutamente absurda, y yo, tirado en el medio, con las cuerdas saliendo de mi, y esperando que me descontracturen la espaldas, me quedé cagado de frío, pasando la noche, y con más nudos que antes.